jueves, 4 de junio de 2009

MOISES EL PASTOR

Debido a la crisis económica mundial que se refleja en modos particulares en nuestros respectivos entornos, a veces me había sido difícil permanecer motivado, con fe, en la esperanza y en el amor, hasta que me dí cuenta de que en realidad nada se desperdicia y no porque mi jefe o mi familia o mis compañeros de trabajo o amigos, no apreciaran lo que hago, yo debería dar menos de lo que puedo y debo dar, pues Dios y la creación siempre me devolverán al 100 por uno lo que haga.
Luego que comprendí esto, me resultó un poco complicado compartirlo e inspirarlo en quienes me rodean, cuando por alguna razón venían a mi dolidos o desanimados por alguna situación.

Esta reflexión es muy simple y clara.

Definitivamente todos tenemos algo que nos hace únicos y que dado con todo el corazón será aceptado de igual manera, devolviéndonos a cambio amor, gozo, paz, armonía, abundancia y prosperidad.

Espero les guste e inspire tanto como a mí.

Saludos.

Agustín Delgado Ferrara



MOISES EL PASTOR
por Michael Berg

Cada noche, cuando duermo a mi hija Miriam, me pide que le cuente una historia. Hace algunas noches le conté ésta. La he leído muchas veces antes, sin embargo, me impactó como nunca. La historia es acerca del Baal Shem Tov, un alma grandiosa y una persona justa, a quien se le habló por inspiración divina acerca de un individuo cuyo trabajo espiritual era más grande que el suyo. Su nombre era Moisés el pastor.

El gran maestro estaba deseoso de conocer a esta persona, así que juntó a algunos de sus estudiantes, subió a un carruaje rumbo al pueblo, no muy lejos de ahí. Al llegar, vieron a Moisés al aire libre, rodeado de su rebaño. Mientras que sus animales pastaban, él levantó la vista al cielo y le gritó a Dios, “Me has dado tantas bendiciones en la vida. Te amo tanto. Desearía que hubiera alguna manera de corresponderte”.

Moisés se arrodilló. “Tú sabes que soy un hombre sencillo. No sé leer ni escribir. No sé rezar. No puedo estudiar. No puedo enseñar”, alegaba, “pero tengo un silbato de pastor ¡y sé cómo hacerlo sonar! Espero que puedas aceptar esta acción”. Se levantó y comenzó a soplar su silbato con todas sus fuerzas. Después de 45 minutos, Moisés se dejó caer, exhausto. Se quedó recostado ahí por largo rato, y una vez que hubo recuperado sus fuerzas se dirigió al cielo y dijo: “Deseo servirte. Sabes que soy una persona simple, no hay mucho que sepa hacer. ¡Pero sé bailar! Espero que puedas aceptar esto”.

Y entonces Moisés empezó a bailar con todos sus bríos, por 30 minutos hasta que literalmente se colapsó. Una vez más, se quedó tirado por un rato recobrando su energía. Finalmente, volvió a levantarse y gritó: “Quiero darte algo, pero no tengo nada. ¡Pero sí tengo un centavo en mi bolsa! Por favor acepta esto de mi parte”. Arrojó la moneda al cielo con todas sus fuerzas, y de la nada, salió una mano celestial para atraparla.

El Baal Shem Tov se dirigió a sus estudiantes con una sonrisa. “Toda la vida pensé que sabía lo que era el trabajo espiritual. Ahora me doy cuenta que ni siquiera había empezado a entender”.
Muy a menudo disminuimos nuestro propio valor cuando nos decimos subconscientemente: “No estoy en ese nivel aún. Quizá dentro de un año, después de que haya realmente trabajado en mí y crecido, entonces mi trabajo será importante. ¿Pero ahora, qué puedo hacer que sea grandioso?”.

Este pensamiento proviene del lado negativo. Como nos muestra esta historia, cualquier persona, en cualquier momento, puede hacer las cosas más grandiosas, siempre y cuando se entregue completamente. Ahora mismo hay algo que cada uno de nosotros podría hacer, que sería más poderoso que cualquier cosa que llevara a cabo la persona más justa, contando con que pusiéramos todo nuestro esfuerzo en ello. Esta semana, saca esas dudas de tu mente y continúa entrenándote para pensar: “¡Puedo hacer algo grandioso ahora mismo!”.

Michael Berg es co-director del Centro de Kabbalah, así como autor, estudiante y maestro.

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